2020 ha terminado. Todo cierre, para ser provechoso, requiere recogimiento y reflexión, realizar un balance sobre lo acontecido, reconocer yerros y aciertos, e identificar riesgos y oportunidades venideras. Vemos en retrospectiva este año, tratamos de articular los eventos para darles sentido y poder orientarnos respecto a lo que podría ocurrir este próximo año 2021. Todo lo que es hoy, es efecto de lo que fue ayer y causa de lo que será mañana.
Si tuviera que definirse el espíritu de este año con una sola palabra, quizás la más ajustada sería incertidumbre. Tanto en materia de salud, como de economía, política y demás, muchos acontecimientos nos tomaron por asalto y suspendieron o acabaron con nuestros planes. Entre tanto desajuste y sucesos imprevisibles, hubo algo que funcionó como un reloj: Bitcoin.
A pesar del revés que supuso la declaración de pandemia, para bitcoin los procesos estructurales de la red siguieron su marcha sin la menor alteración: cada bloque se minó en alrededor de diez minutos siguiendo la cadena con mayor prueba de trabajo acumulado; y la división a la mitad del ritmo de emisión de unidades, el llamado halving, sucedió tal y como se esperaba.
Es curioso que un instrumento que durante tanto tiempo fue menospreciado por la incertidumbre de su precio (lo que resumimos en la palabra volatilidad) sea percibido finalmente como lo que realmente es: dinero programado e inmanipulable, un símbolo de certeza y predecibilidad, elementos ambos indispensable para la planificación de futuro.
Mientras tanto, el dinero fiat, considerado estable al menos en sus presentaciones hegemónicas como las del dólar o el euro, comenzaron a tambalearse por estar sujetos a la discreción de voluntades políticas. El aumento de la emisión de dinero en conjunto con la caída de la producción, prefigura escenarios inflacionarios para este 2021, ya previstos por fondos de cobertura, tesorerías de empresas de cotización pública y empresas de seguros que han acudido a Bitcoin como refugio ante la posibilidad de que su riqueza se devalúe. La inversión institucional en Bitcoin supera ya los 20 mil millones de dólares.
Ante el creciente influjo de dinero buscando entrar a Bitcoin, varios bancos, como BBVA y DBS, comenzaron a expandir sus servicios para incluir la compraventa y custodia de Bitcoin. También, muchos exchanges se consolidaron como instituciones financieras con licencia, convirtiéndose en un híbrido que ha tendido a llamarse criptobancos, como es el caso de Kraken.
Pero el precio y la inversión no fue lo único que avanzó este año. En términos de tecnología, las tan esperadas firmas Schnorr y demás actualizaciones que vendrán acompañadas de la activación de Taproot, se encuentran al fin en el código de Bitcoin. Más del 90% del poder de procesamiento de la red ya aprueba su activación, por lo que es bastante probable que, al menos para finales de 2021, estemos disfrutando de los beneficios de esta tecnología.
Lightning Network también ha sido ampliamente desarrollada durante este 2020. El lanzamiento de Lightning Pool ayudará a colocar la liquidez en aquellos canales que más lo necesiten, haciendo el intercambio de valor fuera de la cadena más inteligente. Con el crecimiento en el uso de la red, también veremos mayores intentos de ataques, por lo que tecnologías como las watchtowers serán cada vez más necesarias. Pero quizás el mayor esfuerzo que veamos en 2021 sea por mejorar la usabilidad de esta red y facilitarle a cualquiera su acceso sin necesidad de mayores conocimientos técnicos.
Son muchos los escenarios que pudieran prefigurarse a partir de los eventos pasados. Con todo, es imposible que la incertidumbre exterior no afecte, no a Bitcoin, sino a sus usuarios y proveedores de servicios. 2021 promete ser un año de mucha turbulencia también, pero Bitcoin seguirá funcionando tal y como se ha programado para que funcione: minando, un bloque a la vez, cada diez minutos, de acuerdo al consenso voluntario de toda la red.
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